Una tarde en la ciudad de México, 1992
Quizá sólo Rosenda corría más rápido que yo.
No otorgo existencia al cambio, éste otorga la mía. Soy infinito, circular, a veces espiral, lineal para el humano, también con dobleces espaciales. Reconocerme sucede en la memoria. Ésta es vasta en mis dominios. Podría decir que mi fuerza nace de aquel que se sabe mortal, pero no. Ello significa que alguien tiene conciencia de mí. La fuerza propia nace del movimiento, de lo disidente.
Miro desde un rincón, luego tras su oreja, espalda con espalda, me enredo en el cabello enmarañado. Me gusta sentirla, escucharla. Es energía pura para las entrañas. “See these eyes so green, I can stare for a thousand years”, cantó él. Mr. B. Verdades: ésta.
cubo
hormigón liso blanco rojo
escolta de magueyes y judas
ventanales
vitrina susceptible para el encierro
no respiro
camino
observo
el puente se dirige hacia el cubo matriz
barandal de acero
muros
ladrillo aplanado
me construí para ser amada
quiero la libertad desde el nacimiento
las piernas me responden por vez primera en mucho tiempo
por fin caminan donde quieren
qué día es
debe de ser tarde
el sol no me besa entre el silencio de la gente
admiración irreconocible
obras mías
cuerpo mío
desnudez iluminada
nadie se escandaliza ni grita ni abandona el recinto
pero si soy yo
el terror
su deseo más bajo
soy también calipigia
me miro a través de mis creaciones
soy yo
son mías
todas las piezas del muro
soy la del látigo intelectual
pasión dolorosa
fuerza infinita
amante solar
musa de la poesía erótica
energía cósmica
yo
nahui olin
silencio
la muerte ronda
cuando muera me quiero dentro cual ofelia
mas nunca aprisionada
novia mortu